Normal

Es hora de dejar la casa de nuestros padres para volver a las nuestras, así que mi hermana y yo cogemos el coche y partimos.

Atendemos en silencio a la retransmisión por radio del partido de fútbol, no es un silencio incómodo, pero tampoco cordial. Sólo somos dos personas que no tienen mucho que decirse.

Cuando empieza el descanso, aún permanecemos en silencio, en busca de algo de lo que hablar.
De repente, mi hermana me pregunta:

-¿Y de chicos qué tal?

La eterna cuestión.

-Nada serio por ahora.

-Bueno, a ver si el próximo es normal.

Me vuelvo hacia ella.

-Define normal.

-Bueno, ya sabes, como X (su novio).

X es, en efecto, lo que se podría llamar normal. Es carpintero, lleva el pelo corto, viste… sí, normal, va al futbol con sus amigos y cree que los libros sirven para calzar las patas de las mesas cuando estas cojean. Ninguna inquietud más allá de los resultados de la liga. Ni piercings, ni tatuajes ni ninguna seña distintiva que le aproxime a lo que comúnmente se llama tribu urbana.

Después de esto, añade:

-Claro, que tú también podrías ser más normal.

-Normal, poniéndote a ti como ejemplo, ¿no?

Primera de su promoción, aprobó las oposiciones para maestra con 25 años, novio formal, piso propio, proyectos de tener un bebé. Escucha los 40 principales y lee… el Cuore. No exclusivamente, a veces también el Semana o el Pronto. Jamás ha dado un disgusto a mis padres, ni siquiera llegar a casa borracha como una cuba en alguna ocasión. No es que yo sea la oveja negra, es que ella es el corderito de Norit.

-Tampoco te digo que no seas normal, pero no sé, siempre vas de negro, no tomas el Sol, y te mueves por bares en los que no hay más que jevis y greñudos. ¿Así como quieres encontrar un novio normal?

Respiro hondo.

-Vale. A partir de mañana me vestiré de rosa, tomaré rayos UVA y sólo iré a bares donde pongan la oreja de van gogh. ¿Así seré normal?

-Pues mira, no estaría mal.

Pongo los ojos en blanco y doy gracias de que haya empezado el partido y podamos volver a estar en silencio.