Quinientos euros.

Apuro el cigarro en mi portal, apoyada en la puerta de cristal. Después de cinco minutos de espera aparece el Ibiza azul de mi hermana, tiro la colilla al suelo y me subo.

-¿A dónde vamos?

-A la Trattoria.

-Vale.

Hacemos el viaje casi en silencio. Noto que le pasa algo, pero no pregunto, si quiere contármelo, lo hará.

Por fin llegamos, nos sentamos en una mesa para dos y pedimos. Carpaccio de buey y pasta fresca rellena de gorgonzola y nueces con salsa de boletus.

Por fin me cuenta que le han rebajado quinientos euros de la paga extra por la reducción del cinco por ciento a los funcionarios. Pienso en su hipoteca, en su boda, que será pronto, en el hijo que quiere tener después de casarse, todo financiado con un buen sueldo de maestra. No consigo compadecerme de ella. Sí, le han hecho la pascua, pero no me parece que sea para tanto. Lo único que han hecho ha sido alterar un poquito su perfectamente ordenada vida.

Ella continúa hablando. De su viaje a Madrid para ver a unos amigos, de que el sofá de piel que se ha comprado no acaba de combinar con las cortinas, de la cena de Navidad de su colegio, de los regalos que le ha comprado a su sobrina.

Me doy cuenta de que en ningún momento se le ha ocurrido preguntarme cómo estoy, qué estoy haciendo, si salí el sábado o si estoy acostándome con alguien. Y casi lo prefiero. Porque no me entendería, porque si supiera realmente lo que hago con mi vida se echaría las manos a la cabeza, porque mi existencia y la suya son tan diferentes como una silla y una farola.

Porque ella a mi edad había terminado la carrera y aprobado una oposición, tenía novio formal con el que convivía en un piso decorado con velitas y jarrones y diferentes fundas para el sofá. Y sin embargo yo ando a la deriva, sin acabar de entender quién soy y qué cojones hago aquí.

Por eso dejo que hable, que me cuente qué va a hacer el próximo fin de semana, qué menú que ha elegido para su boda y qué carrito ha visto en un escaparate y que le encanta para cuando tenga un niño.

1 comentarios:

  1. Escuchar otras vidas siempre es algo bueno. Siempre y cuando, claro, no nos olvidemos de que la nuestra es la que tenemos que vivir.

    ResponderEliminar

 
Tinta Invisible Blog Design by Ipietoon