Amigos extraños.

Arrastro los pies de vuelta a casa a las nueve de la mañana tras una larga noche, una de esas por las que pagarías para borrar de tu memoria.

Mis piernas apenas tiran de mí, no sólo por el cansancio, sino por la impotencia de todo lo que ha pasado en las últimas horas, así que me siento en un banco del parque que tengo que atravesar en mi recorrido.

No sé cuánto tiempo pasa, pero la luz del día se hace cada vez más evidente y mi presencia aquí, más ridícula. Intento levantarme, pero me faltan fuerzas.

Un grupo de cuatro o cinco chicos caminan en mi dirección. Por su estado, podría jurar que no han madrugado precisamente. Uno de ellos repara en mí y se acerca. Empiezo a pensar qué contestarle cuando me suelte la burrada que sin duda se dispone a regalarme, pero mientras estoy decidiéndome por un “Largo de aquí, capullo” y un “Tú tienes la inteligencia justa para pasar el día, ¿no?”, veo que arranca un tulipán rosa de un parterre cercano.

Se sienta a mi lado, me mira a los ojos.

-“Si es por un tío… Ninguno merece que estés así. Sonríe, ¿vale?”

Me tiende la flor y vuelve con sus amigos, que han seguido caminando, demasiado concentrados en mantenerse en pie como para reparar en que han perdido un tripulante.

Cojo mi tulipán y echo a andar. Y no pienso en lo que me ha pasado esta noche, ni en el chico, ni en lo que me ha dicho, ni en el tulipán.

Pienso que nunca deberíamos juzgar nada hasta ver cómo termina. Hasta las historias más desastrosas pueden tener un gran final.


Disculpen el diminuto tamaño de la letra, el procesador se niega a obedecer.

2 comentarios:

  1. A mi también me suena, es como un "deja vu" que tenemos todos. Y creo que si, creo que podemos prejuzgar lo que puede pasar, la cuestion es ser positivo o negativo, esperanzado o falto de fe. Y tambien podemos dejar que la vida pase de largo y despues sonreir. De todas formas me gusta tu historia.

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