Feliz cumpleaños

Cumplo veinticinco años sólo un día antes de que se celebre la boda de mi hermana. Ese día, vamos juntas a casa de mis padres, donde pasaremos la noche esperando el gran día.

Una boda, como todo el mundo sabe, representa un enorme trajín, todo son preparativos, y nervios y fallos de última hora, de modo que mi cumpleaños tiene toda la pinta de pasar desapercibido, lo que no me importa demasiado, nunca tuve alma de diva.

Durante el trayecto, mi hermana bromea con eso y me sugiere que me ponga una chapa que diga: "Hoy es mi cumpleaños, felicítame". Después, se disculpa por no haberme comprado ningún regalo, ya que ha tenido una semana muy ajetreada. Imaginaba algo así, pero realmente no me importa.

Al llegar a casa, nuestros padres están nerviosos, el teléfono suena cada cinco minutos y todavía quedan muchas cosas por hacer. Unos supervisan el cátering, otros, las flores de la iglesia, otros los detalles para los invitados. A mí me toca preparar los centros de las mesas del convite. Así va pasando la mañana, hasta que mi abuela nos llama para comer.

Cuando salimos a la calle, mis padres y mi hermana me dan una cajita, me dicen que es un regalito pequeño, nada de importancia.

Al abrirla veo una tarjeta: Te lo mereces, muchas felicidades. Debajo de esta encuentro la llave de un coche. Levanto la mirada hacia ellos, incrédula, para ver sus caras de espectación y sus sonrisas cómplices. Me echo a llorar y les abrazo, realmente no me esperaba algo así.

Me señalan un coche, mi coche, azul eléctrico, muy muy bonito. Me cuesta abrirlo, me tiemblan las manos.

¿Te gusta? Me pregunta mi madre.
¿Hemos acertado con el color? Pregunta mi padre a su vez.

Les miro de nuevo y veo a dos personas que se han matado a trabajar toda su vida para que a mi hermana y a mí no nos faltase de nada. Siempre pendientes de todo, haciendo todo lo que ha estado en su mano y un poco más, siempre por nosotras. Dos personas que darían hasta la última gota de sangre por sus hijas.

Cómo no iba a gustarme.