Prensa Rosa

Casi siempre voy al mismo bar cuando salgo. El noventa por ciento de las personas que se encuentran ahí son clientes habituales, todo el mundo se conoce, aunque sólo sea de vista. Es, además, un bar en el que casi todo son hombres, y a las mujeres se nos cuenta con los dedos de una mano. La mayoría de las veces está bien, sabes que siempre que acudas vas a encontrarte con alguien conocido con quien charlar o tomarte un trago.

Otras veces puede suponer un pequeño inconveniente. Ocurre lo mismo que en los pueblos pequeños, las noticias vuelan y todo se sabe.

Esa noche, muy a mi pesar, soy la coprotagonista de los titulares de La Farga. Se ha corrido la voz de que estoy saliendo con el camarero y, desde que llego, cada poco rato alguien suelta algún comentario al respecto. Se me acerca gente a pedirme que consiga chupitos gratis y alguien se refiere a mí como "Señora de La Farga". No me molesta, lo cierto es que al principio me hace gracia, pero al poco tiempo prefiero ignorar todo ese asunto e ir a mi bola.

Pasadas un par de horas la cosa está mucho más tranquila. Se ha pasado el furor por la novedad y todo vuelve a su lugar. Hasta que otro de los clientes habituales me coge en brazos, me sienta en la barra y grita: ¡Eh! ¡Aquí te la dejo!

Alborozo general y vuelta a empezar. Me bajo de la barra y respiro. Pienso en que al día siguiente la cosa se habrá relajado. Apuro mi trago (gratuito, alguna ventaja tenía que tener todo esto) y pienso en escabullirme e irme a casa, pero entonces se encienden las luces, hora de cerrar.

Espero mientras él recoge y nos vamos juntos a casa. Por el camino me coge de la mano y me dice: Tranquila, ya se acostumbrarán a verme emparejado.

Eso espero.

5 comentarios:

  1. Y si no se acostumbran es problema de sus costumbres no de las vuestras.
    Un abrazo y suerte mucha suerte.

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  2. Muchísima suerte en tu nueva relación, Lucía. Espero que la felicidad os sonría a ambos, de veras.

    Aquí me tienes para lo que necesites.

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  3. No mola mucho eso del bar familia, al menos a mí, yo ya dejé uno al que iba mucho, pero pudieron esos abusos de confianza y el estar siempre pillado por el camarero, los clientes, etc. Suerte con tu colega. bs

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  4. Tengo sensaciones opuestas con estos lugares tan "familiares". Por un lado, está bien estar rodeado de conocidos y sentirte parte de un grupo y compartir risas y anécdotas y lo que se tercie. Pero por otro lado, parece que dejas de tener vida propia y los demás se creen en el derecho de inmiscuirse en la vida de uno. Y eso ya no me gusta. Prefiero un razonable anonimato y pasar desapercibido.
    Aunque en esta vida dominada por la prensa rosa (como bien titulas), el que los demás metan las narices en lo que no les importa parece un derecho constitucional garantizado por las autoridades. Qué locura.

    Que disfrutes de tu relación ^^

    besos

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  5. Vaya, que poco hemos tardado en(_______)

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