Rollos de una noche

Sábado por la noche en un pequeño pueblo perdido en el Pirineo, donde nací. El grupo de ocho o nueve personas, con el que iba a salir a tomar algo, acaba reducido a sólo dos.

La otra chica, Bea, me espera en la puerta de casa y me comunica que el resto se ha rajado, por diversos motivos que me va explicando de camino al pub local. Algunas se han quedado en casa con sus novios, otras están cansadas de trabajar, y otras sencillamente son unas sosas (palabras suyas, no mías).

Entramos en el pub. Dentro hay nueve personas, todos son turistas. Diez, contando al camarero. Ocupamos nuestro sitio, al final de la barra, y pedimos las dos primeras copas, acomodándonos en nuestras banquetas, dispuestas a arreglar el mundo como siempre que salimos juntas.

Transcurren un par de horas entre risas, confidencias y más rondas de lo mismo. Algunas de las personas que había cuando llegamos ya se han ido, y han llegado un par más. En un momento dado, el camarero nos pone delante dos chupitos y señala a tres chicos que están apostados al otro lado de la barra. De parte de esos tres.

Nos volvemos hacia ellos y les saludamos con un movimiento de cabeza. Al momento de habernos bebido los chupitos aparecen a nuestro lado. Se presentan, y olvido sus nombres a los dos segundos. Es evidente que están aburridos a más no poder, y empiezan a darnos conversación. Resultan ser simpáticos y habladores, así que la charla fluye sin problemas durante varias rondas más.

Bea se ha concentrado en uno de ellos, el rubio. Y él en ella. Mantienen una conversación ajena a la del resto, mientras yo sigo hablando con los otros dos.

Al volver de una visita al baño, me encuentro con que el chico del jersey a rayas no está. El otro chico, el del jersey azul, me dice que se ha ido a dormir, que tenía sueño. No puedo evitar una risita ante la evidencia de lo que acaba de pasar, pero pienso que tal vez esté equivocada, así que me quedo hablando con él, mientras Bea y el rubio siguen a lo suyo.

Por fin me hace la pregunta clave: Y... ¿Tienes novio? Le respondo que sí, que estoy saliendo con un chico desde hace unas semanas. Según se lo digo, veo cómo va cambiando su expresión y mentalmente inicio la cuenta atrás que dará lugar al disparo de salida. En lugar de eso, sigue dándome conversación. Parece que ha decidido obviar el hecho de que tengo pareja y empieza a lanzarme fichas, a ver si alguna cuela.

Como siempre preferí prevenir que curar, le digo que es hora de irme a dormir, lo cual consigo tras quince minutos convenciéndole de que no quiero que me acompañe, que prefiero irme sola. Me despido de Bea, que sigue en su mundo aparte junto al rubio, y salgo a la calle.

El camino hasta casa es corto, tardo menos de cinco minutos en llegar, pero me da tiempo para pensar en lo que ha pasado. El chico del jersey azul era guapo y simpático, si las circunstancias hubieran sido otras no me habría importado que me acompañase a casa. Pienso en que los tiempos en los que podía ligar en los bares han pasado a la historia. Ni coqueteos, ni besos con desconocidos cuyos nombres ni siquiera soy capaz de recordar.

Y me doy cuenta de que no me importa, no sólo porque la satisfacción que se obtiene de esos escarceos suele ser mínima, sino porque valoro lo que tengo ahora y deseo conservarlo a toda costa. Me da igual renunciar a unos cuantos rollos de una noche, me parece un precio irrisorio a pagar, teniendo en cuenta todo lo que obtengo a cambio.

Al final, pienso antes de quedarme dormida, va a resultar que soy una chica muy afortunada.

2 comentarios:

  1. Seguro que sí, que lo eres.
    Afortunada.
    :)

    besos

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  2. Me gusta tu blog, felicidades. Me voy pasando de vez en cuando.

    Sobre la entrada hablaré desde mi perspectiva, las relaciones se tienen en un momento determinado, pero los rollos de una noche, son para toda la vida. Ajajaja


    Un saludo!!

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