Primer día

Camino deprisa por los pasillos vacíos de una facultad a las cinco y media de la tarde. El sonido de mis pasos tapa las voces de los profesores que dan clase tras las puertas cerradas que voy dejando atrás. Llego tarde, pero me da igual, mi cabeza está en otro sitio.

Localizo la puerta del aula diecinueve al final de un pasillo y entro murmurando un perdón, en voz tan baja que creo que sólo ha podido escucharlo el cuello de mi abrigo. Se hace el silencio mientras una quincena de cabezas se vuelve hacia mí y me siento en la última fila.

La mujer que está al frente de la clase, a la que identifico como la coordinadora del máster, tiene unos cincuenta años, pelo recién salido de la peluquería y una cartera de Louis Vuitton sobre la mesa. Me mira un par de segundos antes de preguntar: ¿Quién eres?

Al responder sonríe de medio lado, prepotente: Ah, la que no responde a los e-mails, pensaba que ya no vendrías, bienvenida. Quince cabezas vueltas de nuevo hacia mí. Le devuelvo una sonrisa envenenada por esa clase de odio irracional que se siente hacia personas a las que no se conoce de nada, pero que han conseguido tocarte la moral en pocos segundos.

Se acerca a mí y me tiende una carpeta gris. Me fijo en que todos los demás tienen carpetas azules. Ella responde rápidamente a mi pregunta muda: Como te matriculaste tarde, no tienes la misma carpeta que los demás, esta es del curso pasado, pero contiene lo mismo, tú tranquila.

Por fin, la presentación prosigue con normalidad. Saco mi programa de la carpeta gris e intento coger el hilo, ignorando deliberadamente que mi programa son unos cuantos folios fotocopiados, mientras que el de los demás es un cuaderno de páginas satinadas y cubierta de plástico duro.

Se nos reparten unos formularios para rellenar y entregar en secretaría. Van pasando desde la primera fila, hacia atrás. A mí me llegan dos, guardo el mío y dejo el otro sobre la mesa para devolvérselo a la coordinadora al final de la clase.

Por fin termina la presentación. Hay una conferencia de inauguración media hora más tarde, pero prefiero volver al hospital, aquí ya he cumplido. Me acerco con el formulario sobrante a la coordinadora, que me mira como si yo sufriese algún tipo de retraso mental: ¿Por qué me traes esto? Tienes que rellenarlo y entregarlo en secretaría, no a mí. Respiro profundamente, sé que no estaría bien abofetearla, el primer día al menos. Respondo con tanta calma como puedo: Este ha sobrado. Ella me devuelve una risita bobalicona: Ah, claro, debe ser el de la chica que falta, aún ha sido más tardona que tú, ¡que ya es decir!

No me molesto en devolverle la sonrisa, ni el comentario, cojo mis cosas y me escabullo por la puerta mientras mis compañeros charlan alegremente. Mañana será otro día, y si con suerte me dan buenas noticias en el hospital, volveré de mejor humor.



3 comentarios:

  1. Espero que este primer día no marque la tónica de todo lo que queda por delante.
    Y, sobre todo, que sí tengas buenas noticias del hospital (que suena a asunto más importante que tratar de encajar las impertinencias de una tipa borde)

    besos

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  2. Que irritante, espero el segundo día te resultara de mejor humor

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