Cuando despierto al día siguiente tengo la
sensación de salir de un larguísimo sueño, como si hubiera dormido durante meses y hubiera disfrutado de una experiencia onírica extraordinaria, pero pronto aparecen las
evidencias de que todo ha ocurrido de verdad. El cojín con el que duermo
cada noche. Las pulseras que llevo puestas. La botella de Pink 47 que
preside el mueble del salón. Los huecos de las estanterías.
Sin
embargo, sigo sintiéndome como si algo o alguien me hubiera catapultado
de nuevo a la casilla de salida, borrando meses de mi existencia.
Y, de la misma forma en que algunas personas aprenden de nuevo a caminar después de haber sufrido un
accidente, necesito rehabilitación para aprender a hacer todo aquello
que antes era rutina y ahora se me antoja extraño.
La primera lección no se hace esperar, café para
uno.
0 comentarios:
Publicar un comentario