Al volante




Vuelvo del hipermercado con mi nueva y flamante cafetera instalada en el asiento de atrás del coche, una oferta que no podía rechazar, como diría don Vito.  Mark Knopfler suena en el reproductor y conduzco tranquila entre el tráfico habitual a esas horas, pensando en las cosas que debo hacer antes de irme, devolver el televisor, por ejemplo.

En medio de un solo de guitarra y de una rotonda, un coche verde se me echa encima, tratando de adelantarme por la derecha y obligándome a frenar en seco para no tragármelo. Miro por la ventanilla, es una mujer de treinta y muchos, con cara de no saber ni dónde está.

En mi mente, me bajo del coche y lo dejo en medio de la rotonda, voy hasta su ventanilla y golpeo el cristal, hostigándola, incitándola a salir si tiene lo que hay que tener, para que pueda darle una clase acelerada de conducción y de seguridad vial.

Puedo imaginármelo de una forma absolutamente nítida, aunque en mi imaginación mido veinte centímetros más y mi voz suena mucho más aterradora que de costumbre. 

Pero simplemente me quedo ahí durante dos segundos, viendo como la mujer del coche verde sigue su camino. Así que vuelvo a arrancar, esperando no tener muchos más sobresaltos en el camino que me queda hasta casa.

3 comentarios:

  1. Tan a menudo que espanta tanto egoísmo. Muy veloz relato, por uno momento pense → irse encima, que tan rápido iba?← pense que venia de otra zona de la rotonda sin frenos y de golpe solo te has quedado con el volante entre la parrilla y tu.

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