Vocación



Miércoles noche. Tradicionalmente, toca salir. Porque sí. Es un día inventado ya hace años para cubrir las necesidades de juerga de quienes trabajamos en este pequeño pueblo, un día en el que se puede salir sabiendo que al día siguiente no habrá tanto trabajo como podría haber un sábado o un domingo y se podrá sobrellevar la resaca de una forma más o menos cómoda.

Ya no es lo mismo que hace años, cuando había tres locales donde elegir y los tres estaban llenos a rebosar de gente. Supongo que hay ciclos. Ahora sólo queda un pub y está poblado por apenas veinte personas. Eso no es importante, veinte personas bien avenidas pueden dar mucho de sí. El problema es la música, como viene ocurriendo durante todo el verano.

El dueño del garito se ha empeñado en poner algo que, a falta de otros términos más técnicos, sólo puedo definir como música de Bershka. Electrónica, repetitiva, cargante. Tendrá su público, pero a ninguna de las personas que estamos ahí nos va, la gente se duerme y se aplatana a una velocidad de vértigo. Pero el dueño no lo ve, o no lo quiere ver. Varios le instamos a que ponga algo diferente, pero no hay manera.

Finalmente,cojo el toro por los cuernos.

-Manuel, déjame entrar media hora a pinchar.

-Como si fuera a servir de algo, la gente está dormida. Si no les gusta esto, que es una sesión de dj (introduzca aquí el nombre), será que no tienen ganas de fiesta.

-Tú déjame.

Ordenador, cascos y Spotify, no necesito más. Dejo que acabe de sonar la última pista y comienzo a hilar temas. Y la gente empieza a bailar, he dado en la diana a la primera. Todos se saben las canciones de memoria, cantan, bailan y en cuestión de segundos ese lugar parece otro. Me llueven las peticiones, todas en la misma línea.

No es mi música favorita, (aunque el rock kalimochero lo fue en mi post-adolescencia y hay cosas que dejan cierto poso) pero no importa, es lo que la gente pide (¿y no se trata de eso?).  La camarera y el dueño del local me miran con mala cara. Me sirven un chupito "regalo de la casa" que no soy capaz de tomarme, no sé si es por la altísima graduación del licor o si directamente me han puesto lejía. Y a los treinta minutos de reloj me advierten de que ya es suficiente.

-No puedes estar aquí. No estás contratada, si viniera la guardia civil me metería en un lío.

Me voy a regañadientes, no sin antes sustraer una cerveza de una de las cámaras. Al salir, la gente ya está animada, la fiesta ha empezado y me uno a ellos. Poco después, quitan la música, encienden las luces y nos barren los pies, hora de ir a dormir.

De camino a casa, una corriente de pensamiento etílico me hace reflexionar en voz alta.

-No sé para qué he estudiado tanto, si esta es mi vocación.

3 comentarios:

  1. un día todo eso desaparece y te cortarías una mano si pudieras volver a tocarlo

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  2. Música de Bershka? Qué bien lo has descrito.
    Parece ser que los grandes científicos del siglo XIX vivían más de 70 años (cuando la media era de cincuenta y pico) porque les apasionaba lo que hacían.
    Mi vocación es catador de Whisky, pero no ha podido ser.

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  3. ..."rock kalimochero", hacía años y años que no escuchaba esta expresión. Me ha dado nostalgia.

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