La semana de mi cumpleaños

Después de la encadenación de catástrofes en que se convirtió el día de mi cumpleaños, decido cambiar las cosas y hacerlas de un modo diferente este año.

Debo aclarar en primer lugar que nunca me han gustado mis cumpleaños (más información aquí), me incomodan y angustian, sencillamente no nací para ser el centro de atención. Sin embargo esta vez me niego a quedarme sola, sentadita en casa sin celebrarlo, sencillamente porque estoy hasta las narices de sentir que soy menos (divertida, inteligente, buena compañía, cualquier otra cosa) que nadie. Y también porque creo que me lo merezco, al menos como compensación por haberme caído por las escaleras.

Así pues, cojo mi agenda y preparo un planning de cumpleaños. Y no, nada de celebrarlo una sola noche, voy a estar celebrándolo todo lo que queda de semana, y además a mi manera.

Esto nos lleva a la primera noche, esa misma, porque también me canso de dejar las cosas para mañana. Escribo a Javi, uno de mis mejores amigos:

"Esta noche a las once en mi casa, trae pelis".

Y no necesito decirle más para que capte el mensaje. A las once en punto está en la puerta de mi casa con un pen drive lleno de películas de terror (malas) y una bolsa con tres botellas de vino. Brindamos por mí, nos ponemos al día y nos lanzamos a ver un maratón de películas, a cual peor. Bebemos, las destripamos, nos reímos, le damos al pause cada diez minutos para debatir sobre cualquier chorrada y lo pasamos realmente en grande.

No es una fiesta loca, esto mismo lo hemos hecho docenas de veces, pero estoy encantada. Porque me siento a gusto, porque lo estoy pasando genial, porque el mero hecho de saber que hay gente dispuesta a dejarlo todo para emborracharse un miércoles en mi casa conmigo mano a mano me hace sentirme querida.

Y así se nos hacen las cinco de la mañana, con dos películas y media vistas y las tres botellas de vino vacías. Ambos estamos ya medio dormidos, así que le mando a su casa y me acuesto, feliz de la vida.