Aspersores

Cada mañana atravieso un parque de camino a clase. Es un parque bonito, el suelo es de tierra y está lleno de árboles grandes y frondosos. Y además hay patos, lo cual siempre es un valor añadido.

Esta mañana camino distraída, escuchando música. No quedaba café en casa y todavía estoy medio dormida. Mientras mi mente divaga, recordando lo que he soñado esta noche, algo me despierta de golpe.

Uno de los aspersores de una zona con césped revienta, lanzándome un potente chorro de agua que me empapa de arriba abajo. Me detengo sin dar crédito. ¿En serio? Me pregunto. ¿Así va a empezar el día? 

Todavía estoy mirándome, boquiabierta y helada, no me había dado cuenta del frío que hace a estas horas, cuando escucho una carcajada a mi espalda. Me vuelvo indignada, para mirar al imbécil que se ríe de mí. Es uno de mis compañeros de clase, un tipo generalmente serio y formal. Nunca le había visto reírse tan a gusto.

Al verle, no puedo evitar reírme también, hay que reconocer que la escena ha debido ser genial.

-¿Qué pasa, no te has duchado esta mañana?
-No. Pensaba tirarme al estanque de los patos, pero no me daba tiempo.

Se para a mi lado y se desabrocha la cazadora.

-Quítate el abrigo y ponte esto, anda, que te vas a congelar.
-¿Y tú?
-Yo me he duchado en casa, no tengo frío.

Me siento un poco incómoda y dudo, pero termino aceptando. Su cazadora me está unas cinco tallas grande y me llega hasta medio muslo. Es un tío grande.

Y echamos a andar.

-Oye, si necesitas cualquier cosa, si tienes dudas y te puedo ayudar... Lo que sea, pero no te vengas abajo por haber suspendido el examen.

Le sonrío, es un encanto.

-Creo que podré sola, pero lo tendré en cuenta.
-Es que ayer estabas tan triste...
-Sí, pero ya estoy bien, fue el shock.
-Vale.

No obstante, le agradezco el gesto. Precisamente porque no lo dice por decir, sé que estaría más que dispuesto a regalarme unas cuantas horas para ayudarme a recuperar el examen, ya lo ha hecho otras veces. Pero, por alguna razón, me incomoda esta faceta suya. Nuestra relación se basa en meternos el uno con el otro durante seis horas al día, compitiendo por ver quién ofende más al otro. De buen rollo, claro está. Y nunca, o casi nunca, pasamos de ahí. Todo lo que sabemos de la vida del otro es por nuestras actualizaciones en Facebook y ahí acaba todo. Y a mí me gusta, es nuestro rollo, en ese terreno tenemos complicidad y a mí me basta. No necesito que se preocupe por mí ni que esté dispuesto a rescatarme de un castillo custodiado por un dragón. No hay por qué forzar la máquina y buscar otros niveles de relación. Así está bien.

-Me vale con que me contrates en tu empresa.
-Te llamaré cuando necesite a alguien que me lleve a la quiebra.
-¡Pero quedaría muy mona en recepción! Con unos auriculares con micrófono, como Madonna.
-Quedaría mejor una planta.
-Las plantas no molan tanto como yo.
-Pero son mucho menos pesadas.
-Claro, siendo tan soso cómo ibas a querer que alguien le diera vidilla a la oficina.
-Lo tuyo no es vidilla, es demencia.
-Rancio.
-Ya estamos.
-Y lo que me vas a echar de menos cuando terminemos, qué.
-¿A ti? Pienso bloquearte en el Whatsapp en cuanto acabe el curso.

Y de este modo recuperamos la tónica del día a día. Mucho mejor así, dónde va a parar.



1 comentarios:

 
Tinta Invisible Blog Design by Ipietoon