En los últimos tiempos, mi blog ha resucitado. Lo tuve abandonado durante meses y meses, hasta que, no hace demasiado tiempo, volví a engancharme. Y diría que me encuentro en mi época más prolífica, escribiendo una entrada diaria (y hasta dos, algunos días).
Del mismo modo han resucitado mis lectores y he alcanzado y superado las cifras que tenía en los viejos tiempos, en mi anterior etapa buena, allá por el 2011.
Y, por si eso fuera poco, recientemente me han sorprendido con una invitación a participar como ponente en un encuentro de bloggers, en una feria del libro. Y quiero recalcar el "sorprendido".
¿Yo? ¿En serio?
Pero así ha sido. Y, aunque no voy a poder acudir, ya hago suficientes malabarismos con mi tiempo, me he sentido muy halagada. Muy muy halagada. ¿A quién no le gusta que se le reconozca en alguna de sus facetas? El simple hecho de que unos completos desconocidos te inviten a hablar sobre algo que haces, y que haya gente dispuesta a escucharte y tenerte en cuenta resulta... Bueno, a mí me resulta abrumador.
Estoy acostumbrada a vivir en un rinconcito, al margen del mundo. No destaco, en una palabra. Pero les confesaré algo. Aunque me siento cómoda con esta situación, dentro de mí hay una chispa de algo, que podría ser vanidad, o tal vez amor propio, que me dice: Eh, tú no has nacido para pasar desapercibida.
Y este tipo de sucesos no hacen más que avivar esta chispa. Sé que no me han invitado a dar una conferencia sobre creación literaria en la universidad de Cambridge, nada más lejos, pero ya es algo. No, mejor dicho, es mucho.Tal vez sea hora de salir de mi rincón y ponerme a la luz.
Por cierto, aprovecho para pedir disculpas a aquellos que habéis tratado de poneros en contacto conmigo a través de la cuenta de correo que aparece aquí. Prometo que, a partir de ahora, la tendré controlada y al día.
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