Es la recta final. Estoy completamente agotada, exhausta. Paso seis horas cada mañana en clase y otras seis estudiando en casa por la tarde, y aún así no llego.
Es curioso cómo los profesores comprendieron, a tres semanas de terminar las clases, que no iban a tener tiempo de dar toda la materia programada. Cómo se dieron cuenta de que se habían organizado mal. Y cómo actuaron cargándoles el muerto a sus alumnos.
¿Que hay que dar dos temas en una hora y poner el examen al día siguiente? Por qué no, que se jodan.
Y así estamos. Voy acumulando libros, saltando de materia en materia, por estricto orden de importancia y densidad. Por ejemplo, tras hora y media de cuadrar balances contables, paso a calcular la rentabilidad de unas letras del tesoro, y de ahí a estudiar la gestión de inventarios, para después elaborar un par de nóminas.
La concentración es básica, podría acabar calculando un finiquito con prima de emisión. O saldando el IRPF utilizando la fórmula de la TAE. O emitiendo facturas prepagables de renta fija.
Y lo más gracioso de todo es que, teniendo en cuenta mis últimos resultados, cabe la posibilidad de que tanto esfuerzo no dé sus frutos. O al menos no ahora, siempre quedará junio. O el año que viene.
Que alguien me pegue un tiro.
Tu vida será maravillosa cuando seas universitaria. O no; quién sabe.
ResponderEliminar¡Bang!
ResponderEliminar