Perseverar

Muchas veces no nos damos cuenta de lo beneficioso que es algo, hasta que lo hacemos. E, incluso, muchas veces nos resistimos a empezar con ello o lo dejamos a medias, porque no creemos en esas supuestas ventajas que nos aportará llegado el momento.

Es como cuando empiezas a correr. El primer día, a los cinco minutos te encuentras al borde del colapso, crees que vas a echar los pulmones por la boca (al menos para mí fue así). El segundo, tercer, cuarto día, parecido. Y piensas en abandonar. Pero si no lo haces, si perseveras, de repente llega un día en que te ahogas menos, ganas en resistencia y capacidad pulmonar y comprendes que lo que al principio fue una tortura, te está haciendo bien.

Y con esto es lo mismo. Te resistes a tomar esa decisión e incluso, mientras lo haces, deseas con todas tus fuerzas cambiar de opinión y seguir como hasta el momento, porque crees, de forma absolutamente irracional, que prefieres soportar todo el dolor del mundo con tal de seguir a su lado.

Pero llega un momento en que no puedes más, esos sentimientos te abrasan y comprendes que no puedes seguir así. Y das el paso, te sueltas, le sueltas. Y duele, puede que incluso más que antes, pero sabes que es para bien. Sabes que es el necesario primer paso para sanar.

E inevitablemente te sientes más ligera. Has cerrado todas las puertas de acceso, de modo que dejas de esperar. Dejas de buscar su nombre en la lista de contactos conectados. Dejas de suspirar por un mensaje que no llega. Porque sabes que no lo hará y esto lo hace más sencillo. ¿Es una incongruencia? 

Como decía una canción que escuché el otro día por la radio:

Con lo que me cuesta querer sólo a ratos, mejor no te quiero, será más barato.

Y aunque no he dejado de quererle y probablemente nunca lo haga, es así. Si no puedo tenerlo todo, prefiero no tener nada. Duele menos.


1 comentarios:

  1. Es cuestión de tiempo. Nada mas, solo es cuestión de tiempo.

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