Rescatando náufragos

No todo lo que redacto en este escritorio termina por salir a la luz. Unas veces porque no consigo encontrar las palabras que necesito para que quede a mi gusto, otras porque a mitad de escribir la anécdota o la historia o lo que toque, pienso que no es lo bastante interesante. Y otras porque me distraigo, paso a otra cosa y después ya no retomo el hilo.

He estado repasando algunas de esas entradas que en su día quedaron en el tintero y he de decir que, en la mayoría de los casos, no recuerdo qué es lo que iba a contar con ellas. Algunas apenas están compuestas por una frase.

No obstante, si se tratase de un concurso para escoger una y sacarla a la luz años después, ya tendría una ganadora. Es tan sólo un diálogo, sin contexto ni nada que se le parezca. La escribí en junio de mi convulso 2011 e ignoro a cuento de qué vino, ya que no es autobiográfica, al contrario que el 99% de entradas que componen este blog (quiero pensar que es así, espero no tener la memoria tan deteriorada como para haber olvidado una conversación de tal calibre).

Y allá va.

-Cásate conmigo.
-No.
-¿Por qué no?
-Puedo pasarte una lista de razones por escrito, si quieres.
-Eres cruel conmigo, ¿lo sabías?
-Quien siembra vientos...
-Me amas, lo dijiste.
-¿Y?
-¿Es que ya no significa nada?
-Sabes que no
-Puta.
-Cabrón.

Contundente. Me pregunto qué me inspiró, porqué lo escribí y por qué no llegué a publicarlo. Supongo que nunca lo sabré, pero eso también tiene su encanto.

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